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Piñatas Alcaraz, tradición familiar de más de 25 años

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23 de diciembre 2024
  • Lilia Rivera

Es la calle de Agiabampo, en la colonia Magdalena Mixhuca, muy cerca del mercado de Jamaica, donde desde noviembre de cada año, después de Día de Muertos, se comienza a vestir de cascarones de cartón de todos tamaños en forma de estrellas, las cuales día con día se van transformando en hermosas piñatas coloridas. Las más representativas son las gigantes, aunque la última innovación es una que lleva luces navideñas que cuelgan de sus picos.

La familia Alcaraz, comandada por don Eduardo, o el tío Edward, como lo llaman sus sobrinos, lleva más de 25 años haciendo estas piñatas en un espacio que ocupa al menos cuatro predios de la calle Agiabampo. Tíos, hijos, sobrinos y nietos trabajan en conjunto, haciéndose cargo cada quien de una parte del proceso necesario para que una piñata llegue a su fin.

Todo comenzó con los abuelos, que hacían las piñatas de barro para las familias que vivían en las vecindades. “En ésta y en la de atrás", dice Eduardo Alcaraz al señalar una pequeña unidad habitacional construida después del sismo de 1985, en la calle de Agiabampo.

Lo primero es la olla

Don Eduardo explica que el primer paso es hacer la olla de la piñata.

“Con la olla me refiero a hacer la forma de la bola, que es la base de la piñata. El barro ya no se ocupa, se fue quitando porque es más caro”, explica.

La olla se hace con un globo, y se debe tener mucho cuidado para que no se reviente, los flecos se ponen hasta que la piñata llega a su diseño final, para que no se vuelen y las piñatas no queden incompletas.

Los Alcaraz surten de piñatas al mercado de Jamaica y la Central de Abastos principalmente. Cada miembro de la familia que se dedica a la elaboración de estas artesanías tiene sus propios clientes, pero si uno tiene mucho trabajo, “los demás le echamos la mano”, cuenta don Eduardo.

Hay piñatas que son tan grandes que no se pueden transportar y tienen que ir a hacerlas al lugar donde se las encargan, como fue una muy grande que hicieron en el Autódromo Hermanos Rodríguez; también puede ser en restaurantes, hoteles u otros sitios. “Tenemos que ir en la madrugada a los salones donde va a ser el evento, para colgar las piñatas, porque son lo primero que se debe colocar”, dice el tío Edward.

Los Alcaraz también han elaborado piñatas para escuelas, como la UNITEC plantel Ecatepec, o para ser colocadas en Paseo de la Reforma; incluso han hecho unas para las Fiestas Patrias, con los colores de la bandera mexicana. Hasta 2019 trabajaban para una clienta que tenía pistas de hielo en Chiapas, mandaban sus piñatas hasta ese estado en plataformas de tráileres, pero durante la pandemia perdieron ese contacto, cuenta don Eduardo.

Oficio de temporada

Cuando no es época navideña, los Alcaraz se dedican a otra cosa: “Yo, al mantenimiento automotriz, unos sobrinos trabajan en la delegación (la alcaldía Venustiano Carranza) o en otras cosas; pero en esta época hacemos una pausa para dedicarnos a la manufactura de las piñatas”, comenta.

Sólo dos sobrinos se dedican a este oficio todo el año, hacen piñatas de molde para fiestas infantiles; figuras de cartonería para Días de Muertos, como catrinas o calacas de gatos, o encargos que les hace un DJ. Los pedidos especiales no faltan, como un globo de cantoya que elaboraron a solicitud de unos clientes franceses, o la figura de un dios Tláloc para un evento en un restaurante.

Creación en evolución

Para don Eduardo Alcaraz la elaboración de las piñatas es una creación que se va transformando con las generaciones, el secreto es que cada quien haga lo que más le gusta y atreverse a realizar alguna modificación para no hacer siempre lo mismo, como las piñatas con luces o el cambio de confeti por papel brilloso.

El artesano considera que esta tradición no se ha perdido, más bien, se ha modificado en razón de la densidad poblacional.

“Antes había muchas posadas porque había más gente; actualmente se siguen haciendo, pero ya no como antes, porque ya no hay muchos niños, las familias ahora tienen uno, dos hijos”, expresa.

La paradoja para la familia Alcaraz es que, aunque hagan piñatas tan bonitas, “nosotros ni podemos ir a las posadas porque tenemos que sacar el trabajo”, se lamenta don Eduardo.

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Escrito por Lilia Rivera

Comunicadora y archivóloga azul y oro; comenzó reporteando en las unidades habitacionales y ahora lo hace recorriendo las calles del Centro de la Ciudad de México y sus alrededores. Ama a los gatos y está convencida de que en su otra vida fue uno.

IG: limarife


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