Queridos Reyes Magos:

Como sé que los evangelios hablan de ustedes como sabios del Oriente y no como reyes y magos, evitaré la forma diplomática: sus majestades. En aras de esa sabiduría que les atribuye Mateo, entiendo que a estas alturas hayan aceptado que los regalos que llevaron a Jesús: oro, incienso y mirra, se hayan transformado en peticiones irrevocables de infantes intolerantes basadas en el marketing que las compañías de juguetes realizan a lo largo del año.

No obstante, no son juguetes lo que les solicito en esta ocasión. En una infancia muy, pero muy lejana se quedaron los carritos, los luchadores y las pelotas con que me hicieron feliz durante las madrugadas de los días 6 de enero. Agradezco la atención a mis ilegibles cartas cuya extraña caligrafía fue el reto frustrado de más de una maestra. Lo que ahora les pido tiene que ver más con el sitio en el que habito, esta ciudad a la que les recomiendo llegar con las debidas precauciones. Chequen si los elefantes y los camellos circulan el seis y a las vivas si les dicen que se caigan con las coronas o si les piden la rosca. No aflojen. Al tiro.

Sé que no está en ustedes solucionar mis peticiones, pero confío en que con la lectura me ayudan a ordenar mi desconcierto, y de paso, me ahorran la terapia. Así que les pido:

1. Salvar el Río de la Magdalena, el único afluente vivo que le queda a esta sedienta ciudad que alguna vez fue un enorme sistema lacustre alimentado por diversos ríos que hoy son avenidas.
2. Mantener al Popocatépetl caliente e inactivo, condición indeseable para un humano, pero soportable para un volcán.
3. Dejar en claro a las autoridades que un terreno baldío no sólo tiene por destino albergar un condominio o un centro comercial, sino que también puede ser un parque, un deportivo o un centro cultural.
4. Recordar a quien corresponda que, más que utopías nominales, lo que esta ciudad requiere son resultados tangibles, luego de tantos años de miopía que han conducido a la distopía abominable.
5. Recordar a los habitantes de la CDMX que la política, por definición, es el interés en la Polis, en la urbe, y no ponerse una camiseta y andar defendiendo intereses ajenos a cambio de una retribución efímera.
6. Implantar en las cabecitas de los chilangos, con carácter de urgente, estrategias eficientes de separación y recolección de residuos.
7. Lograr que los gobernantes entiendan que cambiar nombres de calles o avenidas no implica modificar la historia, ni el presente del ambiente urbano. Los baches son tan nocivos en la avenida Díaz Ordaz como en la calzada Mártires de Macuspana.
8. Impedir que los alcaldes traten el espacio público como si fuera de la sala de su casa. Su periodo termina, pero sus adefesios quedan.
9. Que el pan y el vino alcancen para toda la banda, incluyendo a aquella que llega en busca de algo mejor.
10. Que, al menos unos minutos en el año, Tenochtitlán vuelva a ser la región más transparente del aire. Nada más para saber qué se siente.

Ojalá que algo se cumpla, estimados sabios, aunque sé de cierto que todo depende de nosotros. Aprovecho para agradecerles por haberme hecho un niño tan feliz con sus obsequios, entregados puntualmente por sus dos queridos y extrañados colaboradores.

Un abrazo.

JS